LA MUJER QUE AGRADA A DIOS
I. UNA MUJER SALVA. Juan 3:16; 17:3; I Juan 4:14-16; 5:12;
La mujer que conoce a Dios personalmente.
II. UNA MUJER LLENA DEL ESPÍRITU SANTO. Gálatas 5:16-26
Evidencia que uno está lleno del Espíritu Santo: Amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Ser lleno del Espíritu Santo no es hablar
en lenguas.
III. UNA MUJER EN ORACIÓN. Efe. 6:18; I Tes. 5:17
A. ¿Cuándo?; Mat. 6:33;
B. ¿Cómo? Con todo el corazón. Jer. 29:13
B. ¿Cómo? Con todo el corazón. Jer. 29:13
Cada mujer que agrada a Dios tendrá un tiempo a solas
con Dios (de preferencia
en la mañana) cuando pueda tener comunión con su Padre celestial. Allí
es donde recibe
fuerzas para enfrentar el día y sus problemas. No hay persona, ni en la Biblia,
ni en la historia, que haya hecho grandes cosas para Dios que no haya sido una
persona de oración. Aun Jesús oró.
La mujer que pone al Señor Jesús en primer lugar, que
lo busca de todo corazón,
será bendecida en todas las áreas de su vida.
IV. UNA MUJER ENTREGADA.
A. A Dios. Ecles. 5:4-7; Sal. 9:9-10
B. A su esposo. Tito 2:5; Prov. 31:10-12, ella es sin precio
C. A su trabajo. Rut 2:1-8; 2:20-23; Prov. 31:13-19
V. UNA MUJER QUE ACEPTA A SÍ MISMA.
"Acepta en el Amado" Efe. 1:6. Eres "la
niña de su ojo", Sal. 17:8; eres "hechura suya", Efe. 2:10 que
significa "obra maestra" y eres una "nueva criatura" II
Cor. 5:17.
La mujer que se acepta y ama a sí misma no está controlada por celos, ni la envidia, ni la
competencia con otras mujeres. Ella valoriza su propia individualidad.
VI. UNA MUJER QUE AMA.
A. A Dios. I Juan 4:16, 19
B. A su esposo. Efe. 5:21-25, 33; Col. 3:18; Tito 2:4.
C. A sus hijos. Tito 2:4
D. A otras personas. Efe. 4:2; Prov. 31:20; Gál. 5:14
E. A su hogar. Tito 2:4-5
VII. UNA MUJER QUE PERDONA. Mat. 18:21-35;
Luc. 6:37; Efe. 4:32
Tengo buenas noticias: el perdonar no es una emoción,
sino una decisión. Si tu decides perdonar, puedes hacerlo. Aunque tus emociones
estén gritando que no lo
hagas, de tu voluntad, de tu espíritu, DECIDES perdonar. Luego di, en
voz alta: "Padre
Santo, yo perdono a mi marido, a mis hijos y a todos los que me han
ofendido". Posiblemente la primera vez que expresas tu perdón, no vas a
sentir nada. Pero sigas declarando con tu boca lo que has decidido en tu
espíritu, y al ratito empezarás a sentirte diferente. Esa nube negra de rencor
y de depresión se levantará
de ti.
Los que insisten que no pueden perdonar en realidad
están decidiendo que no quieren perdonar. La esposa que dice: "No puedo
perdonar a mi marido porque él ha destruido 15 años de matrimonio" no está
tratando de perdonar. Pero si uno no perdona el rencor le amargará. No es fácil, pero sí es
posible. El Señor no va a
mandarnos hacer algo que es imposible.
Los médicos afirman que la raíz de algunas
enfermedades físicas es el rencor. Muchas veces, aunque no siempre, la artritis es
provocada por este veneno en el cuerpo. Hay señoras amargadas y acabadas antes
de tiempo, pero se transforman en personas nuevas al decidir y declarar que
perdonarán. La mujer que agrada a Dios no va a permitir que las heridas de la
niñez, ni hijos malagradecidos, ni un esposo infiel, ni una suegra entremetida,
la roben el gozo de vivir libre de las cadenas de la amargura y el rencor.
Aparte de perdonar a las personas que la ofenden, hay
otra persona a quien algunas necesitan perdonar: A ellas mismas. Algunas
mujeres no se han perdonado a sí mismas por los errores que cometieron con sus
hijos que ya son mayores,
o por su parte en un matrimonio que se destruyó y ya es demasiado tarde para
salvarlo. Si tu te encuentras en esta situación, pruebe estos cuatro pasos sencillos:
A. Aprenda lo que puedas de tus errores para no volver a cometerlos.
B. Remedias lo que puedes del daño del pasado. Das pasos para restaurar relaciones
rotas.
C. Aceptas lo que no puedes cambiar.
D. Expresas en voz alta: "Me perdono a mi misma."
Mat. 18:23-35. Lees con cuidado y fíjate en la palabra
verdugos, que significa "los que atormentan". Cristo dijo que los que no
perdonan serán entregados a los verdugos, que pueden ser cosas como la
enfermedad, el temor o la depresión. Debe perdonar "de todo
corazón".
La mujer que agrada a Dios no malgasta sus fuerzas en
tener lástima, ni vive lamentando
el pasado. Ella convierte los obstáculos de la vida en escalones, y no les permite
ser piedras de tropiezo.
VIII. UNA MUJER QUE SIRVE. Mat. 20:25-28; Heb. 13:2.
La hospitalidad. Jesús dijo que el que quiere ser el
primero será
el siervo; también dijo que él no había venido para ser servido, sino para
servir. Este es el secreto de la felicidad para la mujer--tener un corazón de
sirvienta. Cuando
sea así, no te ofenderás si la gente no te aprecia o es malagradecida por lo que haces.
Permita al Señor darle un corazón que abraza al mundo,
que puede llorar con los
que lloran y sentir el dolor ajeno. Mientras extendamos nuestras manos
hacia el menesteroso,
el Señor proveerá nuestras necesidades.
Debemos hacer todo lo que hagamos "como para el
Señor y no para los hombres". Col. 3:23. ¿Aún con los quehaceres aburridos de la
casa? Seguro que sí. Cuando estás planchando o cosiendo, sirviendo a tu familia,
hazlo como para el Señor y verás que la carga será más liviana.
¿A Dios le interesa nuestra casa y los quehaceres?
Tito 2:3-5 dice que las ancianas deben de enseñar a las mujeres jóvenes a ser
"cuidadosas de sus casas", entre otras cosas. La mujer que agrada a
Dios va a desarrollar su creatividad en el área de su casa para hacerla lo más
atractiva posible. No importa si vives en una mansión o en una casa humilde, tú puedes
hacer de tu casa un refugio en las tormentas de la vida, y un lugar donde se respira
la paz y la tranquilidad. Sé un ama de casa creativa y ordenada.
En Proverbios habla bastante de la pereza. Este
espíritu nos ataca a todas de vez en cuando, pero la mujer virtuosa no permite
ser dominada por el. El Señor nos ha llamado a ser mujeres espirituales y prácticas a la
vez. Una casa limpia y ordenada es un buen testimonio de la presencia de
Cristo.
La hospitalidad es una manera excelente de servir que
está al alcance de todas.
Que tu corazón y tus puertas siempre estén abiertos a otras personas,
especialmente a los amigos de tus hijos y a los de tu comunidad cristiana.
Hebreos 13:2
dice que así "algunos han recibido ángeles sin saberlo".
Como cristianas debemos compartir nuestra
hospitalidad, alimentos, y más importante la fe cristiana. Ellos pueden oír del
Dios verdadero y de su Hijo Jesús, y varios de ellos pueden aceptar al Señor como su
Salvador.
Tal vez tú estás diciendo: "Yo odio la cocina, no
me gusta estar horas y horas preparando platillos elegantes". Esto no es
necesario. Aprenda recetas sencillas y sé una anfitriona que disfruta de sus huéspedes. La
gente no busca tanto la rica comida como busca el amor y la aceptación. "Mejor
es la comida de legumbres
donde hay amor, que de buey engordado donde hay odio" Prov. 15:17.
La mujer que agrada a Dios también servirá en su
iglesia y en otros lugares fuera de su casa. Pero, al decir esto, es necesario añadir
que no descuidará a su propia familia para salir y servir a otros. Se necesita
equilibrio en todo. Algunas mujeres están en reuniones siete días a la semana, sirviendo
en cada comité de la iglesia, mientras su pobre esposo e hijos resienten la
obra de Dios. La mujer sabia atenderá bien a su familia y su casa, pero no será
una esclava de la casa. (¿Quién es su familia?)
Hoy en día hay muchas oportunidades de servicio para
la mujer sola y para aquella
cuyos hijos ya no son pequeños. Dios está usando a mujeres para ser una bendición en
el área cívica, educacional, con enfermos, huérfanos, en los campamentos y
mucho más.
Prov. 31:20 indica que la mujer virtuosa "alarga
su mano al pobre y extiende sus manos al menesteroso". La mujer que agrada a
Dios no es una mujer egoísta, es una persona que se preocupa por otros.
En nuestro mundo moderno parece que todo gira
alrededor del "yo". Los libros, aun cristianos, las películas, las revistas,
casi todo, se enfoca hacia la felicidad personal: mi matrimonio, mis hijos, mi
realización, mi profesión. Todo esto tiene su lugar, pero no debemos perder la visión
de que estemos en este mundo
para servir a nuestro Dios y para extender su reino.
Cristo dijo así: "El que halla su vida, la
perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará." Mat. 10:39. La mujer no
egoísta que da su vida para servir a otros, es la mujer realizada. Ella es una
mujer que agrada a Dios verdaderamente.
En conclusión, la mujer que agrada a Dios es una mujer
salva que conoce personalmente
a Dios, es una mujer llena del Espíritu Santo, una mujer en oración, una
mujer totalmente entregada a Dios, es una mujer que acepta a sí misma, es una
mujer que ama a Dios, a su esposo, a sus hijos, otras personas, y su hogar, es una
mujer que perdona, es una mujer que sirve.
¡Tú puedes ser esa mujer!
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